Mi médico de cabecera fue la primera persona que me habló del estudio: se trataba de una iniciativa innovadora a nivel mundial que trataba de establecer unos patrones fiables para detectar a tiempo el cáncer de pulmón. Y es que uno de los grandes problemas de este tipo de cáncer es que no existe un protocolo de screening, al contrario de lo que sí sucede con otros tipos de gran incidencia como el de colon o el de mama.
Mi médico me aseguró que cumplía los requisitos principales para integrarme en el estudio Moonshot para acabar con el cáncer de pulmón: ser mayor de 50 años y haber sido fumador habitual. En un principio me pareció estupendo: me iban a hacer unos análisis gratis que, en teoría, me iba ayudar a conocer mejor mi estado de salud. Pero, cuando llegó el momento de apuntarme, empezaron las dudas.
Al tratarse de un análisis experimental, las conclusiones tampoco podían ser definitivas. ¿Y si encontraban algunos indicios de cáncer? ¿Cómo iba a reaccionar yo ante una situación así? Creo que lo peor que existe cuando hablamos de salud es la incertidumbre: no saber lo que se tiene, que los médicos tarden en diagnosticar. Así que me lo pensé dos veces antes de acudir a la clínica.
Pero fue una conversación con mi hija mayor, que está estudiando Medicina, la que me hizo decidirme. Ella está enfocando su carrera hacia la oncología y me hablo muy bien tanto de la clínica como del proyecto. Me dijo que gracias a los voluntarios se podría estar colaborando activamente en el tratamiento de un cáncer tan agresivo como el de pulmón.
Así que, al final, me apunté. Tengo que decir que todavía estamos en las fases iniciales del estudio y todavía no se ha llegado a ninguna conclusión. Me han hecho algunas pruebas y debo volver a repetir dentro de unos meses, pero el tratamiento ha sido excelente y, sin duda, se aprecia el desafío que supone para ellos este estudio. Confío en que entre todos podamos lograr algún día terminar con este drama del cáncer.