A veces tengo la sensación de vivir en Berlín o Hamburgo echando un vistazo al parque móvil de mi barrio: BMW, Mercedes, Audi… ¡Qué tienen los coches alemanes que engatusan tanto a la gente! Vale: fiabilidad, diseño, postureo… Tienen muchas cosas.
Por supuesto, estoy exagerando: en mi barrio hay de todo, pero es verdad que la proliferación de coches de marcas alemanas de prestigio va a más. Conozco un caso concreto que sirve para entender este asunto. Trabaja en el barrio y por eso debe vivir aquí, pero no anda sobrado de dinero. Ya hace tiempo que hice amistad con él y me viene hablando de que quiere comprar un coche.
Siempre que sale el tema, le hablo de los coches japoneses o coreanos que, desde mi punto de vista, tienen una buena relación calidad/precio y se adaptan a su economía. Pero a él también le gustan los coches alemanes… Como tenemos el concesionario cerca, un día me rogó que le acompañara para ver BMWs. Yo le dije que no tenía mucho sentido si no lo podía pagar, pero él me respondió que quería tener la sensación de estar en uno de esos coches y que si le gustaba buscaría bmw segunda mano.
Tengo que decir que, aunque no soy un gran fan de los coches, algunos de los automóviles que vimos aquel día eran preciosos. Mi amigo quiso probar uno de ellos y fuimos a dar una vuelta. Recordé en aquel momento porqué yo también quise hace años tener un BMW. Casi lo había olvidado…
Los dos llegamos a la conclusión de que aquel coche ‘molaba’, pero no había dinero para pagarlo. Mi amigo decidió entonces que prefería un bmw segunda mano en buen estado, con el que se sintiera a gusto, que uno de mis ‘coreanos’ fiables y seguros pero que no ‘molan’ tanto.
La verdad es que le entendí. Al final, el coche no es para mucha gente un mero sistema de transporte, es una forma de ocio, una forma de disfrutar de la vida. Supongo que en mi barrio a la gente le gusta mucho disfrutar de la vida…