Pon un gurú en tu vida. Esa es una de las frases que define la época actual. Existen gurús en cualquier parcela: desde gurús deportivos, psicológicos, de moda… y alimenticios. Yo necesitaba un gurú para comer mejor y lo encontré a la vuelta de la esquina: mi amiga Julia. Cuando nos conocimos hace veinte años ella tenía un serio sobrepeso. Se fue a vivir a Japón un par de años y cuando regresó era otra: había perdido 30 kilos. Desde aquel momento se convirtió en un apóstol de la vida sana.
Se abrió una cuenta de Twitter primero y empezó a dar consejos usando esa vía. En un abrir y cerrar de ojos se convirtió en una referencia en la red. Luego llegó Instagram y una web personal. Hasta que llegó un editorial y le ofreció escribir un libro. Hoy ha dejado su trabajo para dedicarse por entero a su labor pedagógica con la alimentación. Y aunque hay quien dice que es una ‘intrusa’ porque no tiene formación en medicina ni en nutrición, ayuda a muchas personas con problemas y tiene miles de fans.
Y yo soy una de ellas. Por nuestra amistad me hizo un hueco a en su apretadísima agenda y le dedicó un poco de tiempo a mi caso. Un día se acercó a mi domicilio… para echar un vistazo a mi nevera. Dice que por la nevera se puede conocer a una persona. Desde luego, al menos, se puede conocer lo que come. Me dijo que mejor leche entera que desnatada, algo que me sorprendió: a tu edad es mejor entera. ¿Qué quieres decir con lo de mi “edad”? Pero ella es la gurú así que…
Me dijo también que hacía falta mucha más fruta y verdura y que desterrase totalmente los refrescos y la cerveza. ¿Y mi cervecita con aceitunas? Nada, todo prohibido. Y antes de marcharse me dio su libro y me lo firmó y todo.
Aunque lo de que es mejor leche entera me parece bien y lo de la cerveza también tiene su sentido, una vez que eché un vistazo al libro me quedé un poco decepcionada. Así que me puse a mirar Instagram a ver si localizó otro gurú… solo por si acaso.