Las medallas devocionales desempeñan un papel significativo en la fe católica y en sus doctrinas derivadas. El diseño de estos colgantes se basa en un asunto o figura de relieve para la historia de esta religión, como San Benito de Nursia o Santa Brígida de Suecia. Una de las más populares entre los fieles es la medalla virgen milagrosa, perteneciente a las advocaciones marianas, es decir, relacionadas con los milagros y apariciones de la Virgen María.
Esta medalla, denominada formalmente como Nuestra Señora de las Gracias de la Medalla Milagrosa, tiene su origen en las manifestaciones de la Virgen María en París a Catalina Labouré, declarada santa por el Papa Pío XII.
La imagen de María se presenta en esta medalla rodeada de rayos luminosos que se proyectan desde sus manos, en alusión a los dones y gracias que asegura a sus portadores. Se acompaña de una oración que recuerda a los creyentes la capacidad de la madre de Jesús para interceder por ellos en situaciones de emergencia.
De gran antigüedad es la medalla de San Benito, principal patrono de Europa, así como de los maestros y los escolares. Contiene lógicamente la imagen de Benito de Nursia y la inscripción «vade retro satana», que otorga a su portador una mayor resistencia ante las fuerzas del mal.
Otra de las medallas devocionales más utilizadas es la consagrada a las apariciones de la Virgen que Maria-Bernarda Sobirós, pastora y santa francesa, aseguró presenciar en la Gruta de Lourdes o Massabielle. Es más conocida como la medalla de la Virgen de Lourdes. Se la considera la patrona de los enfermos, y cuenta con una festividad señalada en el calendario.
Entre las medallas de asunto religioso y devocional más extendidas destacan las de Santa Brígida, la Virgen de Guadalupe y la Virgen de la Cabeza.