Cómo proteger y cuidar el suelo de la vivienda

El mantenimiento de suelos no debería limitarse a la limpieza y el abrillantamiento diario. El parqué, el mármol y otros materiales delicados necesitan mayores atenciones para resistir el impacto de la humedad, el tránsito o la radiación ultravioleta. Para preservar su integridad y valor estético, son medidas eficaces el uso de aceites de cera o la aplicación de pintura para suelos de calidad.

En concreto, los esmaltes al agua, la chalk paint y otras pinturas específicas para tarimas y otros suelos de madera. Además de color y personalidad, la capa de pintura incrementa su protección frente a los rayos UV, los arañazos y el desgaste en general. Su durabilidad es notable, y el envejecimiento que sobreviene con el paso de los años, aumenta la belleza de estas superficies.

La instalación de cortinas y estores permite regular la entrada de luz y minimizar el impacto de la radiación sobre el suelo y el mobiliario. Por su parte, los felpudos y alfombras de vinilo son aliados contra el desgaste producido por el tránsito, particularmente elevado en pasillos, rellanos y accesos.

En suelos de piedra y de madera, los aceites de lino, resina natural o cera agregan propiedades hidrófugas a estas superficies, facilitando además su limpieza y aspecto. Ni este ni los anteriores productos evitan las marcas y arañazos que ocasionan los muebles al ser arrastrados. Este deterioro solo puede prevenirse con la adhesión de almohadillas a las patas del mobiliario y otros elementos susceptibles de erosionar el suelo.

La limpieza regular es una medida necesaria para eliminar el polvo y otros restos de suciedad. La acumulación de estos da paso al moho y otros focos de microorganismos, perjudiciales para el entarimado y otros suelos frágiles.

Después de la limpieza —siempre con producto no abrasivos—, es importante secar el suelo en profundidad; de lo contrario, se formarían humedades.