Cada cierto tiempo echo de menos mi pueblo, una villa marinera que pasa la mayor parte del año dormitando y que se despierta para recibir a muchos turistas en verano. Pero el mal tiempo del resto del año hace que, de octubre a abril, más o menos, el pueblo esté bastante tranquilo. Y a mí esa tranquilidad me gusta. Me encanta pasear e ir descubriendo nuevos rincones u otros conocidos que van cambiando con el paso de los años.
Como se está poniendo de moda para el turismo, a las afueras del pueblo se están creando urbanizaciones que contrastan con el aroma pesquero de la zona vieja. Pero a mí también me gustan estas nuevas casas. De hecho, un buen amigo mío compró una de estas viviendas a las afueras. Cuando le pregunté el precio me quedé un poco asustado. ¡Si me dicen hace años lo que cuesta, hubiese invertido yo en algunos terrenitos del pueblo! Pero quién iba a sospechar que este pueblo olvidado se iba a poner de moda.
La verdad es que la casa de mi amigo está estupenda. No cabe duda de que le va bien porque, además de comprarlo, decidió hacer algunos cambios. Buscó portales de aluminio en vigo para cambiar la entrada por una automática para los coches. También amplió la piscina reduciendo un poco la zona de jardín porque es un gran fan de las piscinas. Y eso que el pueblo está rodeado de magníficas playas. “¿Y qué vas a hacer con la piscina durante el largo invierno?”, le pregunto. Y él sonríe y dice: “ya se me ocurrirá algo”.
Cuando voy al pueblo yo me quedo en el piso que aún tienen mis padres en el pueblo. Es un cuarto sin ascensor comido por la humedad en el que una habitación parece sacada de una película de terror. No, nosotros no tenemos ni piscina ni portales de aluminio en Vigo para los vehículos. Bueno, no tenemos ni garaje. Pero me gusta mi casa y no la cambiaría por otra, entre otras cosas, porque no tendría como pagar la nueva.