Lo primero ponerse guantes, lo segundo echarse gel en los mismos y lo tercero respetar las marcas de seguridad. Ir al supermercado se ha convertido en una actividad de alto riesgo, o así es como se siente uno tras la pandemia. Y además una voz en off te dice por megafonía que “esto lo arreglamos entre todos” y cosas así pero que no te traigas a los niños y que no te pares. Básicamente que compres rápido y a confinarte a tu casa.
La verdad es que mi método de compra no se ha visto muy afectado por estas medidas. No es que yo llevara guantes y mascarilla antes de todo esto, pero si solía ser una persona bastante veloz a la hora de comprar. Siempre con mi lista y sin entretenerme. El problema es que ahora sin previo aviso “desparecen productos”. Primero fue el papel higiénico, luego la cerveza y después los guantes. Y el otro día me encontré con que mis yogures larsa habían volado.
Con esto de la pandemia, entiendo que se están produciendo algunos retrasos con la distribución de productos debido también a la alta demanda. Leí estos días que había subido en torno a un 20% el gasto en supermercados durante las primeras semanas de confinamiento: fue la denominada época de acopio. Gente comprando veinte botellas de aceite de oliva para tener lo suficiente para hacer tortilla de patata durante un año entero. De papel higiénico prefiero no hacer comparativas.
Pero después de esas dos semanas de acopio, los supermercados ya no están tan arrasados, pero siguen faltando algunos productos. Lo de mis yogures larsa me ha extrañado. Llevo tomando esa marca de yogures desde hace tiempo. Una vez que los probé me gustó mucho su sabor y como me gusta cambiar dejé los yogures de “toda la vida”. Pero he tenido que volver momentáneamente debido a este asunto del virus. Confío en que, poco a poco, todo vuelva a la normalidad. O bueno, a la “nueva normalidad”, que hay que hablar con propiedad: no vaya a ser que las autoridades me impongan una multa, ahora que le han pillado el gusto a eso de sancionar a desobedientes…