¿Por qué nos fascina el oro blanco?

El tono y el brillo del oro blanco hacen que sea el metal favorito de muchos. Tanto es así que en muchas bodas ya vemos un anillo oro blanco en lugar del clásico de oro amarillo. Pero, sin embargo, es algo que no conocemos suficientemente y sobre lo que hay muchos mitos.

Para empezar, el oro blanco nos fascina porque es diferente, es original. Y lo es porque, realmente, no existe el oro blanco. Esto es algo creado por el hombre, una aleación que se consigue mezclando el oro normal, el amarillo de siempre, con otros metales como el paladio, el níquel o incluso la plata. Se logra así ese tono tan bonito que lo hace tan deseable.

¿Quiere decir esto que es un oro de mala calidad, al ser una aleación? Ni mucho menos. De hecho, mucha gente no sabe que el oro amarillo que se utiliza en joyería no es oro puro, es también una aleación. El motivo es que el oro puro es muy blando y las piezas que se pudieran realizar no tendrían suficiente dureza. Una prueba de que la calidad no es peor es que, aunque el precio del oro blanco varía en función de los metales usados en la aleación, lo habitual es que una joya de oro blanco sea más cara que una de oro amarillo aunque el peso sea idéntico.

Mediante la aleación conseguimos la dureza y el color. Pero, ¿cómo se consigue ese brillo que hace que el oro blanco nos parezca tan hermoso? Pues, normalmente, con un baño de rodio. El rodio es un metal muy utilizado en joyería porque tiene un brillo muy atractivo y es muy resistente. Pero, además, no produce alergias por lo que al tener este recubrimiento, se evita que la joya pueda causar reacción en la piel debido a los metales que se han usado para la aleación. Estaremos así ante joyas mucho más seguras y que pueden usar todos.

Algunas joyas de plata se bañan también en rodio y puede ser complicado diferenciarlas de las de oro blanco, al menos cuando están nuevas. Pero en cualquier joyería pueden comprobar fácilmente si se trata de uno o de otra con una pequeña prueba. Con el paso del tiempo, la plata tiende a oscurecerse y pierde brillo mientras que el oro blanco se mantiene exactamente igual siempre, lo que es otro punto a su favor.