Carcinoma epidermoide de esófago

El carcinoma epidermoide esofago es un tipo de cáncer muy agresivo y del que todavía desconocemos muchas cosas. El cáncer de esófago es uno de los más mortales y el carcinoma epidermoide una de sus versiones más frecuentes. Pero ni siquiera hay evidencias de que la radioterapia o la quimioterapia ayuden más allá que como tratamiento paliativo. Tiene una gran incidencia en personas con un alto consumo de alcohol y/o de tabaco aunque también existen pacientes con estas dolencia que no presentaban estos hábitos.

Los reflujos y la disfagia son los síntomas más frecuentes y los que suelen llevar al paciente al médico. Los reflujos pueden tener muchas causas, por lo que no hay que pensar necesariamente en la existencia de un cáncer en el esófago, pero el problema es que los ácidos que recorren el esófago contribuyen a aumentar el riesgo de cáncer y a perjudicar más al órgano cuando ya existe el tumor. Si a esto se añade tabaco y alcohol actuando sobre una zona ya de por sí irritada y dañada, es fácil imaginar que las posibilidades de que se presente un problema aumentan mucho.

La disfagia es la dificultad para tragar. La persona siente como que no puede tragar los alimentos de forma normal y es frecuente que se atragante mucho. Uno de los riesgos de las disfagias acentuadas es el encharcamiento de los pulmones por enviar los líquidos allí en lugar de hacia el esófago. Cuando una persona nota los síntomas de la disfagia suele acudir al médico pero, normalmente, el carcinoma epidermoide de esófago ya está avanzado e incluso se han podido producir metástasis. El esófago está en contacto íntimo con otros órganos como el estómago o como los pulmones, por lo que son los órganos que suelen verse más afectados.

Este es uno de los motivos por los cuales es uno de los cánceres más mortales, porque tarda demasiado en ser detectado. Por eso es muy importante que ante un malestar de estómago demasiado prolongado o ante un dolor constante en la boca del estómago se acuda al médico. Seguramente, todo quedará en un susto o en una úlcera, pero es preferible acudir al doctor y que sea este quién descarte que se trata de algo grave. Los peligros del reflujo ya explicados, justifican que cualquier persona que presenta este problema de manera continuada acuda para recibir un tratamiento.

Tratamiento del cáncer de recto

Cuando se diagnostica un tumor de recto, el tratamiento tiene que ir en función de la salud de la persona y de lo desarrollado que pueda estar el cáncer. Si se tiene la suerte de localizar el tumor en sus inicios, lo más seguro es que solo sea necesario extraer el tumor mediante las diferentes técnicas que actualmente se utilizan para eso.

Si el cáncer no estaba más avanzado de lo que se creía en un principio, es posible que ni tan siquiera sea necesaria la quimio o la radioterapia. El paciente sería sometido a controles periódicos para asegurarse de que no se reproduce el cáncer y no haría falta nada más.

Si el cáncer se encuentra más avanzado, pero sin que haya todavía una metástasis, los médicos pueden valorar diferentes formas de tratamiento. Una de estas formas es ofreciendo la posibilidad de realizar quimio antes de la operación para reducir el tamaño del tumor y poder extirparlo más fácilmente.

El problema viene cuando el tumor está ya muy avanzado la solución puede ser combinar un tratamiento de quimioterapia y de radioterapia con una protectomía, que es una operación que consiste en la extirpación del recto. El paciente deberá de vivir con una bolsa para sus heces el resto de su vida, pero esta operación es la mejor garantía de que el tumor no se reproducirá. No obstante, nunca hay una seguridad al cien por cien de que esto no ocurrirá.

El problema más grave viene cuando ya hay una metástasis. En estos casos los médicos tienen que valorar cuidadosamente el alcance del daño y si hay o no posibilidades de mejorar la vida del paciente mediante intervenciones quirúrgicas. Si los daños están ya muy extendidos, los cuidados paliativos pueden ser la mejor opción, garantizando así que el paciente tenga la mejor calidad de vida el máximo tiempo posible.

Si se notan síntomas asociados al cáncer de recto o de ano, como dolores, sangrado en las heces o cambios en la forma de evacuar hay que acudir al médico para realizar un examen de la zona y hay que hacerlo con total naturalidad, como examinaríamos cualquier otra parte del cuerpo. Solo así se puede evitar que cuando se detecte finalmente el cáncer esté ya demasiado avanzado, lo que acorta las posibilidades de ser sometidos a un tratamiento exitoso y sin necesidad de extirpar el recto.

Anticiparse a la enfermedad

Con respecto al cáncer creo que no hay término medio: podemos olvidarnos de que existe o estar obsesionados con ello. Yo he pasado por los dos estadios: durante la mayor parte de vida le he dedicado muy poco tiempo: solo cuando algún familiar ha tenido esta terrible enfermedad me he dado cuenta de que está ahí, pero pronto lo he tratado de borrar de mi cabeza.

Y es que soy una persona bastante hipocondriaca y no me conviene nada que las enfermedades sobrevuelen mi cabeza. Pero me voy haciendo mayor y en los últimos tiempos el cáncer como idea se ha ‘apoderado’ de mí. Mi abuelo tuvo cáncer de colon recto y ano. Fue un trago para toda la familia. Yo era muy pequeño y apenas lo viví, pero sí recuerdo lo mal que lo pasaron mis padres.

Debido a mi hipocondría me he empezado a obsesionar con todo tipo de cánceres, particularmente con el que padeció mi abuelo, porque en algunos casos podría ser hereditario. Tengo un buen seguro médico (pago una fortuna) y consideré que había llegado el momento de exprimirlo. Empecé a hacerme todo tipo de pruebas para tratar de anticiparme al cáncer.

Buena parte de los médicos que me tratan ya me conocen y saben que soy una persona un poco obsesionada con la salud. Pero, con todo, me han dado la razón: la mejor manera de luchar contra el cáncer es anticipándose, tratando de cazarlo en sus primeras fases, cuando es más fácil tratarlo. Pero el problema que tienen la mayoría de cánceres, como sabemos, es que son difíciles de detectar en esas primeras fases.

De hecho, en el caso del cáncer de colon recto y ano de mi abuelo, el problema vino por un tardío diagnóstico. Mi abuelo llevaba tiempo con dolores, pero nunca le dio demasiada importancia: era un tipo rudo con el umbral del dolor muy alto. Pero en este caso no hizo bien, ya que quizás se hubiese podido hacer más si le hubiese dado la importancia que se merecía. Yo, por mi parte, lo tengo claro: ante todo, prevenir.

La investigación, la vía para derrotar al cáncer

Cada vez son más los enfermos que acceden a participar en un ensayo sobre el cancer y son muchas las razones para ello. Para empezar, parece que se está perdiendo un poco de miedo a decir que se padece esta enfermedad. Durante muchos años, era llevada como un secreto, como si la persona enferma tuviera algo que no debe de saberse. Generalmente, ni se nombraba y, de forma que rozaba lo supersticioso, se hacía referencia a una larga enfermedad tanto para indicar que la persona se había restablecido o que había fallecido.

Esto facilita mucho la vida al enfermo y a los familiares, que pueden tratar el tema con naturalidad y disfrutar del apoyo de amigos y compañeros de manera abierta. Pero también hace mucho más fácil a los médicos el poder proponer al paciente que participe en ensayos clínicos e investigaciones.

El paciente puede acceder a realizarse más pruebas de las que le corresponderían, realizar test o incluso probar nuevos medicamentos. Muchas de estas cosas tal vez no tengan una incidencia directa sobre su enfermedad, pero ayudará a quienes están investigando para conseguir nuevas soluciones para curar el cáncer o frenar la enfermedad una vez que se ha producido. También puede ayudar a conocer su origen y saber por qué actúa del modo en que lo hace.

La investigación es el arma más poderosa para poder vencer al cáncer y se van produciendo avances, cada vez mayores, que dan esperanzas de poder encontrar cura para la enfermedad a medio plazo. Por suerte, cada vez vamos entendiendo mejor cómo funciona esta enfermedad y algunos de los cánceres que antes eran una sentencia de muerte segura hoy pueden superarse si se descubren a tiempo o tienen una esperanza de vida larga. Todo esto hace que, aunque el cáncer siga siendo una palabra aterradora y su diagnóstico un gran batacazo, ya no tenga por qué verse como el final necesariamente.

La investigación necesita de financiación para poder llevarse a cabo y también de valientes voluntarios que participen en estos proyectos. A cambio, sabrán que están siendo controlados y vigilados con lupa y que, por tanto, estarán recibiendo una atención extra que siempre puede ser beneficiosa para ellos. Y, ¿quién sabe? Tal vez gracias a su contribución la próxima persona que tenga el mismo problema pueda afrontar la enfermedad con muchas más esperanzas gracias a su desinteresada labor.

Enciso y la bebida

Conocí a mi amigo Enciso cuando íbamos a la universidad. Su nombre era Juan, pero todo el mundo le conocía por su apellido. Tenía un par de años más que nosotros y cuando tienes 17 años, esa pequeña diferencia de edad importa. Tenía mucha más experiencia que nosotros en diferentes ámbitos de la vida y aprendimos bastante con él. Pero lo mejor que tiene es su sentido del humor, muy personal, algo indescifrable a veces, pero inimitable.

Pero Enciso tenía un pequeño problema, al que en aquellos tiempos nadie daba mucha importancia: le gustaba beber. Vale, de aquella a todos nos gustaba beber. Bueno, más que beber, de lo se trataba era de emborracharse los fines de semana con los amigos. Lo habitual, ¿no? Con solo 20 años él, sin embargo, no era bebedor de fines de semana. A él le gustaba beber, no como a la mayoría de nosotros que buscábamos más bien el efecto de la bebida.

Con el tiempo, algunos de nosotros empezamos a apreciar el sabor de algunas bebidas alcohólicas más allá de su ‘efecto’, mientras otros dejaron de beber. Enciso siguió bebiendo más y más, sin importarle ya mucho el sabor de nada. Y entonces nos enteramos de lo de su  situacion del pancreas.

Cada uno habíamos hecho nuestra vida, y solo le veía en contadas ocasiones, pero alguien cercano nos comentó que tenía problemas en el páncreas. La verdad es que a alguno de los que estaba en aquella conversación le salió un poco la risa, porque casi nunca oímos hablar del páncreas, de hecho la mayoría no saben ni para qué sirve. Pero según nos comentó nuestra fuente, estaba bastante mal de ese tema y no sabía muy bien qué iba a hacer.

Así que un par de semanas más tarde, cuando me pasé por la ciudad fui a verle. Debo decir que físicamente estaba muy mal, de aspecto al menos, pero hablaba con mucho sentido común y, por primera vez en mucho tiempo, le vi completamente sobrio. Me comentó acerca de su situacion del páncreas: no fue muy específico, pero aseguró que tenía arreglo. Y de beber, nunca más: ya llevaba 5 meses sin una gota.