Tener un niño para comer mejor 

Mi hija pasa del chocolate, no quiere saber nada de la pizza ni de la pasta, ni hamburguesas ni bollería industrial. Solo tiene tres años pero ya está empezando a mostrar sus gustos por determinados alimentos. Por suerte para ella, su madre es extremadamente cuidadosa con alimentación. Si solo dependiera de mí, a lo mejor no hubiese crecido comiendo tan bien como lo hace ahora. 

Su madre es de tener en cuenta hasta los ingredientes de cada producto mirando alimentos minerales ejemplos y tomando nota de lo que come cada día para que no repita demasiado una cosa. Pero la niña tiene sus gustos: le encanta el pavo, la verdura, el yogur, la sopa y la fruta. Ese sería su top 5, como se suele decir. Podría alimentarse de eso una semana entera. Y no está nada mal. Ninguno de sus platos preferidos es de esos que consideramos “malo”. Solo de vez en cuando come algunos gusanitos, pero pronto se cansa. Y en los cumpleaños ni tarta quiere. 

A mí me está viviendo de fábula. La madre me prohíbe comer cosas “malas” delante de ella así que he tenido que desterrar algunos alimentos que antiguamente formaban parte de mi dieta: chocolate y pizza sobre todo. De todas formas, en alguna ocasión en la que ha coincido que yo estaba comiendo pizza o hamburguesa, ella no ha mostrado ningún interés. Un día hasta le intentamos hacer probar un postre que llevaba chocolate pero lo escupió.

 Y a mucha gente le pasa lo mismo que a mí. Si estás en una casa en la que hay niños pequeños y la familia tiene tendencia a mirar alimentos minerales ejemplos y llevar la alimentación de los pequeños a rajatabla al final los mayores tendemos a adaptarnos a ese tipo de comida y no al revés. De todas formas, la niña todavía es pequeña y nunca se sabe. Creo que de pequeño yo también era de comer súper bien y así acabé… Supongo que si seguimos con este cuidado se sentará su afición por la comida sana… y será bueno para ella y para sus padres.

Los trucos para lograr los mejores platos con nata

Si quieres saber cuáles son los mejores trucos que explican como cocinar nata sigue leyendo porque te vamos a dar las claves básicas para lograr unos platos deliciosos con este producto derivado de la leche.

Para empezar, necesitas saber que hay diferentes tipos de nata en el mercado y que no es igual la nata para montar que la nata para cocinar. Sus porcentajes de grasa varían mucho y esto le da al producto final una consistencia distinta y unas propiedades muy diferentes.

La nata para cocinar tiene un porcentaje de nata en torno al 15%. Es ideal para preparar todo tipo de cremas, tan deliciosas y socorridas para que los niños coman verduras. Algunas personas sustituyen la nata por yogur o por quesitos, pero el sabor de estos productos no es el mismo y la cremosidad de la nata, así como su gusto suave son ideales para que estos platos sean los más deliciosos.

En cuanto a la nata para montar, es importante comprarla con un alto porcentaje de grasa, superior al 30% y mejor si es de un 35%. Hay que elegir una marca de calidad que tenga un sabor que nos guste. Por eso, muchos confían para la nata en su marca de cabecera para la leche. Si la leche es buena, la nata necesariamente lo será.

Para que la nata monte correctamente debe de estar muy fría, incluso debe de ponerse en el congelador durante unos diez minutos. Un truco muy importante está en introducir en el congelador, junto con la nata, los utensilios que se van a usar para montarla, eso es el bol y la espátula. Deben de estar totalmente secos y muy fríos para lograr que todo quede ideal.

Comienza a batir la nata muy despacio, para que coja aire, que es lo que le dará la consistencia que necesita. Cuando ya tenga cuerpo puedes batir más rápido hasta que quede exactamente cómo te gusta. Es fundamental que el azúcar se incorpore al principio, cuando se está empezando a montar, ya que luego no se mezclará bien e incluso puede hacer que la nata nos baje.

Un último truco, si la nata montada no te queda tan firme como te gusta, hay que añadir al principio un poco de estabilizante. Así, quedará muy firme, algo fundamental para decorar algunos postres. Te sorprenderá el resultado.

No para de crecer 

Recuerdo cuando hace años mi supermercado habitual abrió su primer espacio para productos ecológicos. Siempre me ha interesado todo lo relacionado con la alimentación responsable y pronto empecé a ser uno de los compradores habituales en ese espacio. Al principio, pocas personas pasaban por allí: lo ecológico se entendía como algo “raro” y/o prohibitivo.

En cierta manera es raro porque se pueden encontrar algunos productos insólitos procedentes de otros mercados diferentes, pero también tenemos productos básicos como leche, pasta o queso. Yo siempre que iba me llevaba una cosa nueva solo por probar. Algunas cosas me gustaban más que otras. Por ejemplo, probé un Queso Gouda BIO certificado delicioso que todavía sigo comprando de vez en cuando. Esto no quiere decir que todo lo ecológico “sepa bien”. Algunos productos, en su afán de ser naturales, llegan a ser difíciles de tolerar.

Porque es evidente que nos gustan los sabores naturales: que el queso sepa a queso y la leche a leche. Pero también es verdad que nuestra sociedad se ha ido acostumbrando demasiado a la sal, el azúcar y los potenciadores de sabor. Un buen cocido, hecho siguiendo las recetas tradicionales, no necesita ningún aditivo, pero la mayoría de platos preparados que encontramos por ahí siempre llevan ingredientes “extra”.

Con el tiempo, el espacio ecológico del supermercado ha ido creciendo hasta convertirse en una especie de pequeño mercado separado del resto. Está decorado de otra manera y tiene otra iluminación. Y por allí se pasa mucha más gente que antes. Yo sigo pudiendo encontrar mi Queso Gouda BIO certificado y sigo probando nuevos productos siempre que puedo. 

Una cosa que he notado es que detrás de muchas marcas nuevas están grandes multinacionales. Es evidente que lo ecológico está de moda y todo el mundo ve una oportunidad de hacer negocio. Pero no quedaría bien que estos productos se presentaran bajo las marcas de siempre y por eso se “enmascaran” bajo nuevas etiquetas. Al fin y al cabo, todos tienen derecho a fabricar sus productos ecológicos: se trata de respetar las directrices oficiales para lograr el sello.

LA LECHE ES NECESARIA

La leche nunca me ha gustado pero eso no quita que le guste a casi todo el mundo, siempre supe que yo era un poco raro porque no me gustaba la leche. Veía que a todo el mundo le gustaba pero a mí no, no me gustaba ni tan siquiera el olor. Cuando era un niño tenía una guerra continua con mi madre para que me tomase la leche por las mañanas en el desayuno. Algo que al fin terminó cuando terminé el colegio. Una vez que empecé en el instituto ya dejó de intentar hacerme desayunar y ahí fue cuando dejé de tomar la leche por las mañanas. Con el paso del tiempo mi madre pensaba que cambiaría de idea respecto a la leche pero eso no fue así. Pero lo que sí consiguió fue que me hiciese un gran fan de otros lácteos como los yogures o el queso. Espero que si alguna vez tenga un hijo o una hija no tenga los problemas que tuvo mi madre conmigo cuando era un niño. Sé que es un poco contradictorio pero si tengo hijos les obligaré a tomar la leche como mi madre hizo conmigo porque era lo que era mejor para mí.

 

Hasta hace poco no me había parado a pensar que no toda la leche es de vacas en pastoreo, creía que sí pero estaba equivocado. La leche de las vacas de pastoreo es mucho mejor porque las vacas andan libres pastando por donde quieren y el sabor comparado con las leches que no son de vacas de pastoreo no tiene nada que ver, aunque yo no sepa apreciarlo. Entiendo que las vacas en las granjas son más productivas, pero la productividad no puede compararse con la calidad. Eso os lo puede decir cualquier granjero que esté en el sector.

 

Bueno, sea como sea, tanto si os gusta la leche o no os gusta no podemos negar que la leche es necesaria en nuestras vidas, porque ¿qué sería de nosotros si la leche no hubiese existido? Pues muchas cosas ricas que tanto nos gustan no existirían.

¿De qué viven los tenderos de mi barrio? 

Estoy hasta las narices de mi barrio. Llevo cinco años y ya no puedo más. Pensaba que me podría adaptar pero no. Viví durante muchos años en el mismo barrio en mi ciudad natal y acabé harto también. Debe ser mi forma de ser porque la mayoría de mis amigos que viven en la diáspora matarían por volver. Yo mataría por no volver nunca. Es decir, me gusta visitar de vez en cuando mi tierra… pero que corra el aire. 

Lo que yo no podía sospechar es que también me iba a cansar de vivir en otra parte. Mi barrio actual es una especie de ciudad dormitorio con oficinas. Mucho bullicio por semana y ni un alma los fines de semana. La gente coge el coche hasta para bajar a por tabaco (eso si pudieran comprar tabaco, porque no hay ningún estanco en la zona, y eso que viven aquí unas 40.000 personas).

Hace tiempo abrieron una tienda debajo de casa: es una tienda de productos ecológicos. Ahora ya tenemos donde comprar mantequilla sin lactosa. Mi mujer es intolerante y nos viene muy bien. Pero nunca hemos coincidido con nadie en la tienda. No sabemos de qué vive, ya que no creo que les dé para pagar el alquiler con las compras de unos cuantos cartones de leche y la mantequilla. 

Lo que sí funciona en el barrio es el yoga y los veterinarios. Como todo el mundo tiene un perro o dos y hace yoga es el negocio ideal para este lugar. De hecho, van abrir una sala de yoga pegadita a la tienda ecológica: se está creando una especie de zona eco en el barrio…

Así que tenemos donde comprar mantequilla sin lactosa pero no tenemos donde tomar una caña, donde comprar un chicle ni el periódico. No hay cafeterías, apenas hay restaurantes, y los que hay o están desangelados o cierran los fines de semana porque viven de los oficinistas de lunes a viernes. 

Ahora solo me queda convencer a mi mujer de que cambiemos de barrio: le haré ver que siempre habrá una tienda ecológica cerca que venda productos sin lactosa… aunque no tenga ningún cliente aparte de ella.

Mi gurú de la alimentación 

Pon un gurú en tu vida. Esa es una de las frases que define la época actual. Existen gurús en cualquier parcela: desde gurús deportivos, psicológicos, de moda… y alimenticios. Yo necesitaba un gurú para comer mejor y lo encontré a la vuelta de la esquina: mi amiga Julia. Cuando nos conocimos hace veinte años ella tenía un serio sobrepeso. Se fue a vivir a Japón un par de años y cuando regresó era otra: había perdido 30 kilos. Desde aquel momento se convirtió en un apóstol de la vida sana. 

Se abrió una cuenta de Twitter primero y empezó a dar consejos usando esa vía. En un abrir y cerrar de ojos se convirtió en una referencia en la red. Luego llegó Instagram y una web personal. Hasta que llegó un editorial y le ofreció escribir un libro. Hoy ha dejado su trabajo para dedicarse por entero a su labor pedagógica con la alimentación. Y aunque hay quien dice que es una ‘intrusa’ porque no tiene formación en medicina ni en nutrición, ayuda a muchas personas con problemas y tiene miles de fans.

Y yo soy una de ellas. Por nuestra amistad me hizo un hueco a en su apretadísima agenda y le dedicó un poco de tiempo a mi caso. Un día se acercó a mi domicilio… para echar un vistazo a mi nevera. Dice que por la nevera se puede conocer a una persona. Desde luego, al menos, se puede conocer lo que come. Me dijo que mejor leche entera que desnatada, algo que me sorprendió: a tu edad es mejor entera. ¿Qué quieres decir con lo de mi “edad”? Pero ella es la gurú así que…

Me dijo también que hacía falta mucha más fruta y verdura y que desterrase totalmente los refrescos y la cerveza. ¿Y mi cervecita con aceitunas? Nada, todo prohibido. Y antes de marcharse me dio su libro y me lo firmó y todo. 

Aunque lo de que es mejor leche entera me parece bien y lo de la cerveza también tiene su sentido, una vez que eché un vistazo al libro me quedé un poco decepcionada. Así que me puse a mirar Instagram a ver si localizó otro gurú… solo por si acaso.

El precio de un litro de leche

Seguro que has leído en más de una ocasión sobre las luchas de los ganaderos para conseguir un precio justo por la leche. Pero ¿cuánto sería el precio justo? ¿Cuánto cuesta producir un litro de leche? Y, ¿cuánto deberíamos de pagar por un producto de calidad en el supermercado?

Un precio justo sería aquel que cubre el coste de producción y deja un margen de ganancia suficiente para que al ganadero le merezca la pena el esfuerzo que está realizando. El precio varía en función de la calidad del producto, como es de esperar, no es lo mismo un litro de leche de vacas que se alimentan de pasto que un litro de leche de vacas que se alimentan casi en exclusiva con piensos. Pero, en cualquier caso, siempre debería de cubrir el precio de producción.

El problema es que muchos ganaderos se ven obligados a vender la leche por debajo de lo que les cuesta producirla ya que los precios son fijados en demasiadas ocasiones por empresas que monopolizan áreas enteras. Si a un ganadero le cuesta producir un litro de leche entre 0,35 y 0,40 céntimos ¿cómo es posible que podamos comprar un brik de leche en el supermercado por 0,61 céntimos (precio de la leche de oferta de una marca blanca).

Teniendo en cuenta que el transportista, la empresa que envasa la leche y el supermercado deben de obtener beneficios, la respuesta está clara: se está pagando por la leche menos de lo que cuesta producirla. En ocasiones, incluso 0,20 céntimos. ¿Qué pueden hacer los ganaderos en estos casos? Les quedan dos vías:

-Bajar la calidad de la leche. Esto se puede hacer, por ejemplo, dándoles a las vacas piensos que logran que den más cantidad de leche, pero de menos calidad y con un sabor diferente del de la leche que las vacas pueden llegar a producir consumiendo mayormente pasto, de la forma más tradicional.

-Unirse en cooperativas o en sociedades agrarias de cooperación como es el caso de los productores de leche central lechera asturiana. De esta manera, se tiene mucha más fuerza y se logran precios justos sin tener que bajar la calidad del producto.

Ahora, cuando vayas al supermercado y te preguntes por qué hay diferencia en los precios de las diferentes marcas de leche, tendrás una idea más clara de qué hay detrás de algunas ofertas.

Hacer la compra de otra manera

Un día abrí el armario de la cocina y me di cuenta de que la mitad de la compra eran productos ‘dudosos’: ¿dónde hacen estas galletas? ¿de dónde vienen exactamente estos macarrones envasados? Tengo varios amigos muy metidos en proyectos de sostenibilidad alimentaria y me contagiaron sus preocupaciones. Ellos siempre dicen que podemos cambiar el mundo tan solo con la compra del supermercado y aunque suene exagerado, en parte tienen razón.

Por ejemplo, si en vez de comprar unas manzanas cultivadas en un país del Este, compro las que cultiva una empresa de mi entorno estoy apoyando el comercio local y fomentando su desarrollo. ¿Por qué no comprar mantequilla Ecológica certificada en vez de una mantequilla cualquiera en cuyo proceso no hay ninguna garantía de sostenibilidad?

Fue así como empecé a cambiar mi forma de consumir en el supermercado. Tuve que dejar el súper de toda la vida al que llevaba yendo varios años y empecé a hacer la compra en tiendas. Por suerte, recientemente han abierto un pequeño supermercado ecológico en el barrio que me permite ahorrar algo de tiempo: pero en él todavía no venden pescado ni carne. Para esto tengo que ir a la carnicería y a la pescadería del barrio.

El problema de hacer una compra ecológica y sostenible, no solo radica en el tiempo, sino sobre todo en el dinero. En muchos casos, un producto ecológico costará más que uno que no lo es: una mantequilla Ecológica certificada pasa por una serie de controles, y esto supone gastar más recursos, por lo que el producto, generalmente, debe ser más caro para aportar unos beneficios suficientes a la empresa para mantenerse a flote.

No soy millonario, aunque no me va mal del todo. Entiendo que mucha gente no se pueda permitir llenar el carro exclusivamente de productos ecológico, pero, poco a poco, si apoyamos esta clase de productos, la calidad de todos los alimentos, independientemente de su procedencia, mejorará. Pero, con todo, yo prefiero gastar un poco más, consumir un poco menos, y sentir que estoy ayudando a mi comunidad con mi carro de la compra.

Los quesos asturianos, deliciosos y muy variados

Los quesos de asturias son, seguramente, los grandes desconocidos en España. Todo el mundo conoce los quesos manchegos, el queso de Burgos o el queso de tetilla, pero cuando se piensa en Asturias, como mucho, nos viene a la mente el queso de Cabrales que, además, muchos confunden con el queso azul francés.

El queso es un elemento clave en la gastronomía asturiana, tanto o más que sus famosas fabes. Aunque entre los aficionados a los quesos su fama es muy grande, hasta hace relativamente poco tiempo no era fácil degustarlos fuera de Asturias ya que no se trata en su mayoría de quesos curados fáciles de poder transportar. Muchos son quesos frescos o semifrescos que se estropeaban en los viajes, por lo que no fue hasta el siglo XX que comenzaron a venderse en otros puntos del país.

Existen quesos asturianos realizados con todo tipo de leche aunque los más numerosos son los de leche de vaca, como el queso Monje, el Bota o el Oscos, uno de los más conocidos fuera de las fronteras asturianas. Entre los de cabra podemos hablar del queso Monje de cabra, del queso Cuevas del Mar o de La Chivita, por nombrar solo algunas de las muchas variedades. No faltan tampoco los quesos de oveja, como el Jalón, el Ovín o el Peralzoa.

Algunas variedades de quesos se realizan con distintos tipos de leche, hemos visto el Monje que puede estar hecho con leche de vaca o de cabra o el Canal de Ciercos que existe en las tres variedades. También es frecuente encontrar quesos realizados con mezclas de diferentes leches, consiguiendo así un sabor muy especial y diferente. El queso Peñamellera, por ejemplo, lleva los tres tipos de leche en su composición.

Cualquiera de estos quesos puede degustarse solo, acompañado de otros fiambres o como parte de platos preparados. Por ejemplo, el famoso queso Cabrales forma parte de muchas recetas combinando muy bien con las deliciosas carnes asturianas y sirviendo en muchas ocasiones de relleno a los famosísimos cachopos. Si para el queso curado manchego no hay mejor acompañamiento que un vaso de vino, el Cabrales pide sidra para poder disfrutarlo a gusto. Incluso hay quién recomienda realizar una mezcla de queso y sidra para untar en pan, un placer que dicen que no tiene nada de pecado y que es toda una delicia para los sentidos.

Las dos heladerías

Su madre le había enseñado el noble arte de hacer helados porque trabajó durante muchos años para una pequeña empresa especializada en derivados lácteos. Recuerdo ir alguna vez a su casa y probar helado casero que estaba delicioso. A mí me parecía algo mágico, pensaba que hacer helados solo estaba al alcance de expertos chefs o de grandes empresas que se dedicaran a ello.

Él nos decía que no era tan complicado (aunque en realidad lo era), que con unos pocos ingredientes podíamos nosotros también hacer helado: leche desnatada en polvo, chocolate, agua, azúcar y poco más. Pero yo seguía sin ver como con esas cuatro cosas se podía hacer un helado tan rico como el suyo. Tampoco es que lo intentara, prefería ir a su casa y comerlo allí.

Muchos años después, cuando volví al pueblo, me encontré de nuevo con él y nos comentó que tenía pensado abrir su propia heladería. Había estado trabajando algunos años para la misma empresa de su madre, pero quería establecerse por cuenta propia. Nosotros le animamos porque, sin duda, sabía lo que hacía cuando se trataba de helados, pero había un problema: el pueblo ya tenía una heladería muy famosa.

Efectivamente, la heladería del pueblo se ponía las botas sobre todo en verano, como es lógico cuando hablamos de helados, pero es que también vendía bastante el resto del año. Resultaba sorprendente acercarse un día de pleno invierno, con frío y lluvia y comprobar que tenían algunos clientes que, a pesar de todo, querían su helado.

¿Cómo competir con un negocio tan arraigado en el pueblo? Con su experiencia y ofreciendo un producto diferente. Partiendo de los ingredientes que ya conocíamos, leche desnatada en polvo, azúcar, miel, etc. comenzó a trabajar en algunos sabores diferentes, mucho más exóticos que los tradicionales. Además quería conseguir una textura única, diferente a los helados de la competencia. Estaba claro que la única manera de lograr el éxito era marca distancia con la otra heladería.

Cuando abrió, tardó en encontrar clientes fijos, pero con el tiempo se asentó como la ‘otra’ heladería del pueblo y ambas pudieron convivir.